martes, 29 de diciembre de 2009

Sinfonias de la mañana

Recurrentes escenas acuden a mi mente, conformando una peculiar sinfonía cada mañana. Desordenadas e inconexas, llenan unos cuantos minutos del comienzo del día, cuando aun el sueño se mezcla con la realidad. Diferenciarlo se me antoja dificil, así que recurro a la más sencilla y veraz de las pruebas: intentar tocar lo que veo con la punta de mis dedos. Acto sufiente para romper en mil pedazos lo que resultó ser ilusión, y devolverme de bruces a la realidad. Una realidad conmigo y sin ti, en la que ya ni yo mismo me encuentro.
Aun resuena en mis tímpanos el sonido de aquel piano que, algunas mañanas, me sacaba de mis sueños para arrojarme en otro. Esas notas conformaban una melodía que bien podía haberse llamado felicidad. Tu y yo, eso nos bastaba. Y ya podía el mundo acabarse, que nosotros teníamos la certeza de continuar.
Cuando ahora alzo la mano intentando acariciar tu rostro con mis dedos, el sonido estalla en mil pedazos, clavandose en mis timpanos mil agujas que lloran sangre. Porque aquel momento en que te fuiste, transformó aquella sinfonía en un triste requiem que me persigue, cargando de angustia el aire que respiro, que encharca mis pulmones de un hedor que me hace vomitar tristeza.
En realidad nunca hubo música al amanecer. Aquel piano siempre fue mudo. La música era tenerte. Sinfonías en la mañana, revueltas entre sábanas, sudor y esperanzas, que construimos juntos y que hoy son ruinas de un pasado que, como siempre, fue mejor. Unas ruinas que me empeño en visitar, pero solo son piedras. Aunque si las toco, aun me parece que vibrán con aquella sinfonía de la mañana.
Atronador llegó el silencio, que finalmente se transformó en la lúgubre melodía que ahora es mi vida. Porqué sin ti no soy yo, y ahora debo reinventarme, componerme una vez más. Pero por más que lo intento solo desafino, y vuelvo a tocar esas notas afiladas como cuchillas, que desgarran alma y carne. Cada vez los pedazos son más pequeños. Cada vez es más grande el miedo a no poder recomponerlos.
Quiero volver a oir esa cálida melodía, dulce y templada, de equilibrio colmada y de infinitos sonidos y sutiles silencios. No los prolongados silencios que ahora ensordecen mi vida. Sino aquellos complices momentos, preambulo de nuevos sonidos, armoniosos y rítmicos, que parezcan prolongarse hasta la eternidad.

Otra noche más sin soñar, otra noche Lejos de Arcadia.

martes, 22 de diciembre de 2009

Vagabundo

Mi nave recorre mil mares. Todos iguales. Se reducen a olas, viento, sol y tormentas. He olvidado cuando partí, y eso no me importa. No se a donde voy, pero eso no me preocupa. Me asusta no recordar de donde vengo. He descubierto que viajo en busca de un lugar donde regresar.

Un faro, a lo lejos. Su tenue luz casi deslumbra en la negrura de la noche. Huele a hogar. Quizá una ilusión. Es breve. Se apaga. Se desvanece.

Pasan los días. Navego a la deriva. Estuve tan cerca de la costa y la perdí. La luz se apagó y decidí soltar el timón, replegar las velas, y dejar que mi barco cabalgase en libertad sobre la pradera de olas. Me siento perdido, y me encuentro tratando de llenar mi vida incompleta de días completos. Desafiando al tiempo y a la razón, convirtiendo los minutos en horas, exigiendole veinticinco horas al día, fundiendo la noche con la mañana. Viviendo cada día como si no existiera nada más. Solo el presente, el hoy, el ahora.

Soledad. Navegar a la deriva es lo único que me ha dejado. Me siento a pensar, mirando el atardecer. Atardecer de mi vida. Ha llegado el momento de izar las velas de nuevo, de organizar todo el trabajo que tengo que hacer. He tenido suerte. No he estrellado mi velero contra ninguna roca, mientras deliraba en cubierta en oscuras noches olvidadas. Espero estar a tiempo de encontrar aquel faro. U otro, no importa. Pero esta vez lo haré bien. No dejaré que la corriente me arrastre, aunque sea tentador dejar pasar las horas, sintiendo la brisa en mi cara. Navegaré, como lo hice otras veces. Y encontraré mi camino de vuelta a casa, de vuelta a ninguna parte. Encontraré un hogar al que pueda volver de mi viaje.

Otra noche más sin soñar. Otra noche Lejos de Arcadia

martes, 15 de diciembre de 2009

Papel mojado

Mientras la oscuridad se cernía sobre mi, sabía que el momento había llegado. Esa noche me había dirigido a aquel almacén con el objetivo de finalizar mi busqueda. Sabía que, inexorablemente, allí me reuniría con mi destino, fuera cual fuera. El viejo suelo, conformado por unos inconexos tablones de madera, arqueados por la humedad del puerto, crujia a mi paso. Parecía que estuvise pisando papel mojado, como aquel en el que se convirtieron todos los indicios de mi investigación cuando me encontré contigo. Aquella mañana yo estaba en mi despacho. No me podía imaginar que aparecerías enfundada en ese vestido rojo que no logro sacar de mi mente. Tus rasgos, mestizos y exóticos, estaban manchados de lagrimas negras que recorrían tu rostro. Supe que tu visita significaba problemas, pero a esas alturas tenía tantos que no le di importancia. Tu nombre emanaba misterio, y nunca supe si lo había escrito bien. Hasta que recibí aquella nota.
Solo te vi en esa ocasión. Te busque en todas las calles de esta enorme ciudad, con la certeza de que los temores que me transmitiste aquella tarde eran ciertos. Jamás pensé que esta maldita ciudad fuese tan grande hasta que te conocí. Solo pude encontrarte en mis pensamientos, de los cuales no lograba apartarte, mientras me preguntaba una y otra vez porqué te dejé partir. Y por más que reuní información, lo único que consegui es forrar las paredes de mi apartamento con más papel mojado, que me conducía a mil lugares, pero a ninguno. Hasta que recibí aquella nota.
Tu nombre, una dirección y una advertencia. Yo sabía que era una trampa. Hasta un niño de ocho años sabría que era una trampa. Pero allí estaba, dispuesto a enfrentarme a mi destino, con mi vieja Colt 1911, y el lastimero objetivo de encontrarte y sacarte de aquel agujero. Mi patético plan no presagiaba nada bueno, pero merecía la pena. Tenía que hacerlo, secar esas oscuras lágrimas y mentirte una última vez, al decirte que todo saldría bien.
Aquella noche no logré salir de allí. Esperaba encontrar mi muerte, y en cierto modo así fue. Pero mi condena fue mucho mayor. Desde aquel momento, en que te vi yacer en el suelo, sin vida y atrozmente violada, mi mente quedo encerrada en aquel siniestro lugar. La tapa de la alcantarilla se cerró, y mi alma quedo atrapada en esa podredumbre, mientras mi cuerpo vagaba una vez más por esta enorme ciudad buscando al responsable de tu muerte.
Jamás podré olvidar tu rostro, teñido de lagrimas rojas. No pude secarlas. Y ahora no puedo secar las mias. Caí en la trampa, pero no en aquel almacén. Me la tendiste tu. Al entrar en mi vida, tan fugaz y efimera, me atrapaste en una red intangible pero tan real como mil cadenas. Me asfixio bajo ellas mientras lucho por seguir cada día, empapelando con papel mojado las paredes de mi vida. Cosechando la esperanza vana de hallar mi redención cuando encuentre un culpable. Pero se que ya no hay salvación para mi. Cumpliré mi condena y pasaré la eternidad en este almacén, mientras la humedad corroe hasta el último gramo de mi alma.

Otra noche más sin soñar. Otra noche lejos de Arcadia

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El rumor de las olas

Vagabundeo por las calles observando miles de vidas que pasan a mi alrededor. Conjeturo sobre ellas. Sobre la dirección que siguen, de donde vienen, a donde van... o, a donde creen que van. El mundo es increiblemente grande. Y esta poblado por ese montón de vidas que, en sutil armonía, componen una sinfonía que lo es todo. Una vida común que nos une, aunque a veces parezca separarnos.
Oigo el rumor de las olas a lo lejos. Un leve barruntar que se repite de forma ciclica, inmutable, con el paso del tiempo. Durante semanas puedo ignorarlo. Pero si un día escucho con atención, puedo sentir como el agua se estrella con la arena, despidiendo minúsculas moléculas de agua que impregnan el suelo para, poco despues, borrar las huellas de su paso, evaporandose en olorosas fragancias teñidas de sal.
Quizá sea una tontería, pero saber que estás ahí, pase lo que pase, me alivia. No importa cual sea mi destino, sigues ferrea y no te desvaneces. Esperanza. Eso que a veces olvidamos, pero que si prestamos atención oimos, y podemos hasta palpar con la punta de nuestros dedos.
Eres tu, mi as de guía. Faro para este velero a la deriva. Y lo eres sin saberlo. Y por ello te doy gracias.

Otra noche más sin soñar. Otra noche lejos de Arcadia

jueves, 12 de noviembre de 2009

El espejo roto

Miro mi imagen distorsionada al otro lado del espejo. Rota en mil añicos, devolviendome formas imposibles que me recuerdan el dia en que te fuiste. Traen a mi mente aquel portazo que hizo temblar la casa, tambalearse mi mundo. Ese estruendo que hizo caer el espejo y lo estalló en mil pedazos. Despues de un par de días decidí volver a colgarlo, tal cual estaba, como queriendo ignorar lo que había pasado. Dejé tus cosas en su sitió. No vacié tu lado del armario. No escondí nuestras fotos viejas y me regodeé en nuestro pasado.
Hoy me miro en ese espejo y veo pedazos de mi. Quiero tocarlo, aun sabiendo que puedo cortarme. Queriendo, incluso, sangrar, y sentir que aun sigo vivo. Pero lo toco y no sangro. Me doy cuenta de que no está roto. Incluso dudo que llegase a caer el dia que saliste de mi vida. El espejo no está hecho añicos. Soy yo que me desmorono. No puedo cambiarme por otro, como pude hacer con el espejo. Y los trozos son tan pequeños que no se si sabré pegarlos. Ni siquiera se como podría hacerlo.
Decido hacer lo unico que tiene sentido. Cojo un martillo, lo empuño con fuerza, y golpeo mi imagen desfigurada. Miles de cristales salpican toda la habitación y un extraño sentimiento de satisfacción me invade.
Vacio el armario, recojo tus cosas, escondo tus fotos, mis recuerdos... el pasado.
El espejo esta roto. Yo también sigo roto. Pero ahora puedo echarle la culpa al espejo y seguir mi camino.

Otra noche más sin soñar. Otra noche, Lejos de Arcadia.

sábado, 31 de octubre de 2009

Sadness

Felicidad: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

He de reconocer que me he quedado atónito al ver cual es la definición que da la RAE a este término. Muchas veces recurrimos al diccionario para obtener definiciones de palabras raras, pero lo realmente raro es encontrar algunas definiciones en el diccionario de palabras comunes.

Según este mismo diccionario, Feliz es aquel que tiene felicidad, es decir, aquel que tiene un estado de animo que... bien, sabéis el resto.

Si he de decir la verdad, hasta antes de empezar esta paródica investigación de google, estaba convencido de que la diferencia entre ser feliz, y estar contento, era bastante grande. De hecho, de eso iba este post. Ahora, no se si vale la pena.

De cualquier modo, y por no desaprovechar estos minutos que me quedan antes de dormirme, trataré de plasmar lo que había pensado, sin influirme por lo que he leido.

Hoy en día la mayoría de la gente no es feliz. Realmente la gente esta contenta. Es facil equivocar el uso de términos tan similares, pero la diferencia es clara. Hoy mucha gente es feliz si:

Esta con la persona a la que quiere
Puede comprarse esto o aquello
Tiene tiempo libre
etc...

El problema de esto es que un día puedes perder aquello que te hacía feliz, y de repente, ya no lo eres. Bien, para mi eso es estar contento. Y hay una gran diferencia, y parte de la misma alma del ser humano.

En mi opinión una persona debería ser o no ser feliz con la vida en su conjunto. Con la que sea, con la que le toque vivir. Es cierto que es complicado, pero, eso es ser. Lo otro es estar. Yo estoy feliz sería una expresión mucho más adecuada para expresar lo que la gran mayoría de la gente dice cuando afirma "soy feliz". Tenemos la suerte de hablar un idioma tan rico como el castellano, que diferencia, sin dejar lugar a ninguna duda, los verbos ser y estar. Si fuesemos anglosajones quizá podríamos equiparar el ser felices con el estarlo. Pero no es el caso. Nosotros vamos más allá, y queremos dotar a la expresión de un sentido de atemporalidad, de incircunstancialidad que, en la mayoría de los casos es mentira.

Sentirse a gusto con uno mismo, ser sincero con uno mismo acerca de lo que se quiere de la vida, vivir según nuestros principios y sacrificar el estoy contento en pos de la felicidad es lo que nos ayudará a decir con convencimiento SOY FELIZ.

A veces miro a mi coneja. Si, es una mascota absurda para un tío de 30 años, pero es lo único que me queda de la mujer a la que más he querido en mi vida, y actualmente, el ser vivo que más compañía y amor desinteresado me da. Y cuando le miro pienso: ¿será feliz? Cuando me acerco al armario donde tengo sus golosinas, lo abro y hago algo de ruido con la bolsa, se pone a correr alrededor mía y entonces se que está contenta. Pero realmente, eso no es felicidad. Es la diferencia, grande o pequeña, que separa la felicidad de un estado de ánimo temporal de satisfacción. Yo espero de veras que sea feliz, pero no lo tengo claro. Solo se cuando está contenta.

Y así somos nosotros. Creo que hay poca gente feliz hoy en día. Muchos se empeñan en vivir según cliches, según lo que se debe vivir, y olvidan que es lo que respondían cuando tenían diez años, al preguntarles ¿Qué quieres ser de mayor? Entonces se consigue un estado muy extraño. Un situación en la que conseguimos estar contentos por cosas que, posiblemente, no nos causarán nunca ser felices. Relaciones superficiales, exitos efímeros, tener una casa más grande, un coche más potente... la eterna lucha por la superación... pero, ¿somos felices?

Yo tengo un objetivo claro, y bien definido. Llegar a ser feliz. Y tengo claro que no será facil. Pero cuando lo consiga, mi felicidad no dependerá de factores externos. Mi felicidad se alojará en mi corazón, en el centro de mi alma, y residirá en el hecho de que soy feliz conmigo mismo y con lo que hago. En que soy sincero y honesto conmigo mismo. En que no apago las voces de mi interior que me susurran al oido que está bien y que está mal.

Hasta entonces intentaré, como todos, estar contento, pasarlo bien, pero sin olvidar mi objetivo. Una meta que va más allá de una absurda e inconcreta definición de la RAE. Un único momento que dure una eternidad. Un momento que se prolongue hasta el infinito.

Otra noche más sin soñar. Otra noche, Lejos de Arcadia.

Medianoche

Conducía a medianoche por carreteras oscuras sin nombre. Un día más todo había pasado como si nada. Como si vivir no tuviese importancia. Ciertamente, hasta él, enamorado de la vida como pocos hombres, empezaba a plantearse si realmente algo valía la pena. La niebla, cada vez más espesa, teñía de blanco la negrura de la noche. No sabía donde se dirigía. Hacía ya bastante tiempo que había perdido el rumbo. Y esa carretera, sinuosa y eterna, seguía deslizandose debajo de su viejo coche, sin anunciar ningún destino.
No recordaba cuando emprendió el viaje. Tampoco recordaba el motivo. Es posible que no lo hubiese. ¿Por qué siempre nuestros pasos tienen que dirigirnos hacia algún sitio?, se preguntaba, tratando de dar sentido a sus pensamientos. En realidad estaba asustado. El miedo impregnaba cada molécula de su cuerpo, cada gramo de su alma, y no sabía porque. Se sintió solo. Tan solo, que lo único que sabía seguro es que no encontraría nada, ni a nadie en un millón de kilometros.
Recuerdos. Si hay algo a lo que invita conducir, es a pensar, a perderse en añoranzas aliñadas de viejas canciones escupidas por algún locutor mediocre de una emisora local. Sin embargo la señal se había perdido, e inexplicablemente, el reproductor de CD's no funcionaba. Y nada le venía a la cabeza. No existía el pasado, ni el futuro. Hay quien dice que, realmente, ninguno de los dos existe, solo el presente. Pero, ¿qué es el presente, sin un pasado del que venir y sin un futuro al que ir? Nada.
Niebla. Es hermoso ver como parece romperse al chocar con la luz emitida por los faros. ¿Cómo algo vaporoso, etereo, puede nublar la realidad hasta convertirla en ensoñación.? ¿Iba realmente por una carretera? solo la estabilidad del coche, la ausencia de incomodos baches le hacía pensar que así era. Es la vida, pensó mientras cambiaba de marcha. Niebla que lo oculta todo, y un sentimiento que no vemos de que todo va bien, o mal.

Medianoche, en un coche, con destino a ninguna parte.

Otra noche más sin soñar. Otra noche, Lejos de Arcadia.

jueves, 29 de octubre de 2009

Cuando la soledad te abraza

Noche tras noche me planteo la pregunta de si el camino que he seguido me ha llevado a donde quería ir. Por desgracia no existe un GPS para el destino. Esto podría sonar muy pesimista, pero... ¿realmente lo es?
La realidad es que hay pocas cosas mas bonitas que encontrarse, despues de perderse. Quizá lo hayamos olvidado, ya que hoy en día siempre creemos saber a donde vamos. Programamos nuestro destino y navegamos hacia el, por un camino más o menos preestablecido. Y vamos hacia ese sueño como si siempre hubiesemos trazado ese mismo recorrido, ya que algo nos está guiando.
Aun recuerdo una ocasión, cuando navegando por las carreteras de Alicante, mi primer GPS me dijo "gire a la derecha". Cuando miré en esa dirección, pude ver un camino que tenía, aproximadamente 2 metros de desnivel. En ese momento tuve que tomar una decisión y fue seguir adelante, ignorando unas indicaciones que, claramente, no me llevaban a ningún sitio. Y perderme sin saber cuando ni como podría volver.
Y así es la vida. Hemos visto tantas películas, hemos leido tantas novelas, tantos artículos en ridículas revistas expertas en psicología barata, que seguimos unas indicaciones que a veces nos lleván a encrucijadas imposibles. Y entonces solo nos queda una opción. Seguir adelante. Abrazar a la soledad que, a lo largo de nuestro deambular por esté despiadado mundo, insiste en abrazarnos a nosotros. Disfrutarla. Regodearnos en ella. Porque cuando llegue el momento, cuando tengamos que elegir que camino tomar, estaremos solos ante esa decisión.
Yo aun no he conducido un coche que sea capaz de superar un desnivel de dos metros. Seamos sinceros. No hay una, hay dos alternativas: Seguir adelante, o dar la vuelta. Y el camino de vuelta ya sabemos a donde conduce, y aunque a veces regresar pueda resultar tentador, solo seremos turistas de nuestro pasado. Una realidad que ya no es. Un recuerdo. Una ilusión.
Naveguemos, busquemos un destino. Perdamonos y encontremonos. O no, pero al menos, disfrutemos de nuestro viaje.

Otra noche más sin soñar. Otra noche Lejos de Arcadia.

viernes, 16 de octubre de 2009

Play

Hace unos días elaboré mi Teoría de la Pausa. Así, con mayusculas. Un pensamiento que me ha hecho sospechar que mi personalidad esconde algunos rasgos de megalomanía que, aunque creía tener controlada, compruebo que se dispara en momentos críticos y/o puntos de inflexión vitales. Esta teoría… perdón, Teoría, dice que en el momento en el cual yo me bajo del universo, este se queda en pausa, quedando suspendida toda actividad de persona, animal o cosa. En el momento de volver a subirme al discurrir del universo, la actividad reanuda, siendo mínimos o casi inexistentes los cambios que el observador más avezado pueda percibir. Y aquí estoy, de vuelta de Arcadia, subiendome otra vez al universo. No entraré a discutir sobre el nivel de estupidez o de validez que pueda tener mi teoría. Tan solo la refrendaré pulsando de nuevo el play, y poniendo en marcha este blog que hace más de dos años quedó en suspenso, y hoy renace con el único objetivo de…
Bueno, ya he tomado muchas decisiones por ahora. La decisión sobre cual es el objetivo del blog ya la tomaré otro día. De hecho, lo más probable es que no tenga objetivo, y simplemente sea un lugar donde arrojar pensamientos, donde intentar escribir algo que entretenga al lector casual o donde llenar 10 o 15 minutos de mi vida al día. Por el momento….

Otra noche más sin soñar. Otra noche Lejos de Arcadia.