lunes, 21 de septiembre de 2015

Botas de terciopelo

Se encontraron cuando el sol acababa de salir.
Vivían hacia poco tiempo en aquel pueblo, gris desde que llegaron tras dejar atrás todo. Nadie escucha a los niños cuando los mayores hablan. Y a veces las mayores lecciones pueden venir de ellos. Pero también, de las circunstancias más adversas, surgen las mejores historias.
Y vaya si fueron adversas, porque además de dejar atrás su pasado, les recibió una tormenta que duró una semana pero pareció durar un siglo.
Ella decidió ponerse sus botas nuevas de terciopelo y salir de la casa.
El habría salido descalzo, pero su padre le obligo a ponerse unas botas de goma.
Ambos se encontraron en mitad de la calle. Se miraron. Sonrieron. Y empezaron a correr. Dos niños, persiguiendo una mariposa, cuando aun olía a tierra mojada después de la última tormenta.Tras varios días sin poder salir de casa por la lluvia, solo vieron el arco iris y se olvidaron del barro y los charcos. Saltaron sobre ellos, y mancharon su ropa y sus botas. Las de ella, preciosas y delicadas, se empaparon rápidamente. Cada vez pesaban más y al final termino tropezando y lastimándose las manos y las rodillas.
El niño intento levantarla del suelo, a tirones. Ya se sabe como son los niños... impulsivos, en ocasiones irracionales y, porque no, algo brutos. La niña necesitaba estar unos segundos en el suelo, recuperándose. Y habría agradecido que alguien se quedase con ella, esperando. Sin embargo el niño solo veía el arco iris y tras unos minutos tirando de la niña, lo único que consiguió fue lastimar más sus rodillas.
La niña rompió a llorar, y el niño salió corriendo tras la mariposa. Había tenido una gran idea: quería cogerla y llevársela a la niña, para que parase de llorar. Ella no entendía porque el niño se había ido, si estaban jugando juntos. Y se quedó allí mirándole, esperando, y pensando en lo disgustada que estaría su madre cuando viese sus rodillas, sus manos y sus botas.
El niño consiguió coger a la mariposa. Cuando se acerco a la niña con sus manos envolviéndola, la niña le miro con atención, y en sus ojos volvió a aparecer un atisbo de ilusión. Las lagrimas aun asomaban en sus ojos, pero ella se alegraba de ver al niño, sin percatarse de que llevaba algo en las manos. El no se preocupo de como estaba ella, y nada más llegar abrió sus manos. Las mariposas son delicadas, y el niño de nuestra historia no lo fue. Ya no se movía. Pero lo importante para él era que había conseguido cogerla.
La niña se levantó y empezó a correr de nuevo. Pero esta vez las lagrimas eran de rabia, mientras volvía a la casa, con sus botas de terciopelo arruinadas y su ilusión herida de muerte.
El niño no entendía lo ocurrido. Frustrado dejo caer la mariposa en un charco, y salió corriendo hacia su casa, pensando que jamás volvería a ver esa niña, de botas y corazón de terciopelo. ¡Que tontas son las mariposas!, pensaba mientras daba un portazo y llenaba de barro y angustia el zaguán de su nueva casa, que en ese momento sintió menos suya.
Tras ese breve momento de luz, color y gozo las nubes volvieron a invadir el cielo. El sol dio paso a la sombra, y los niños tuvieron que volver a quedarse en casa. Ahora tenían menos ganas de salir, pero en el fondo sabían que, cuando pasase la tormenta, querrían volver a la calle. Y jugar. Solos, o con otros niños... pero siempre riendo y persiguiendo sueños, en forma de arco iris y mariposas.
Y así podría haber acabado la historia. Sin embargo un sutil aleteo entre el barro y la tormenta, eco de lo que pudo ser, regaló un punto y seguido. La mariposa no estaba muerta, solo aturdida. Levantó el vuelo y esperó guarecida a que dejase de llover y a que dos niños la persiguieran debajo del arco iris, con un penetrante olor a tierra mojada y a los sueños que están por venir.

Una noche más sin soñar. Otra noche, cerca de Arcadia.

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