martes, 8 de septiembre de 2015

Nuevas rutas. Ansiado destino.

- ¿Cómo van los trabajos de reparación de los motores?
- Parece que funcionan correctamente, Capitán. Al 100% de su capacidad.
- ¡Buen trabajo! Muchas gracias. ¿Y el timón? ¿Se han resuelto los problemas para fijar correctamente la dirección y dirigirnos a nuestro destino?
- Faltan unos retoques, pero creo que estará todo listo muy pronto
- Perfecto. Tómese el tiempo que necesite, pero asegúrese de que esta vez quede bien reparado
- Lo haré lo mejor que pueda.
- Eso es más que suficiente. Estoy seguro que el resultado será impecable
- ¡Gracias Capitán!
- ¿Y las velas por si fallan los motores? Quedaron destrozadas tras la última tormenta.

Los marineros, en perfecta sincronía, desplegaron unas hermosas velas tejidas en blanco y celeste. Parecía que emitían luz, aunque solo era el resplandor del poderoso sol que engalanaba el cielo aquella mañana.

- Sin palabras. Bueno, solo una: magníficas. Gran trabajo señores. - se aclaró la voz con un ligero carraspeo y continuó-  ¡Cartógrafo! ¿Señor Johnson?
- ¡Aquí estoy, mi Capitán!
- ¿Cómo va el trabajo con los mapas? ¿las cartas de navegación? ¿cree que los cielos estarán esta vez despejados, por si nos tienen que guiar las estrellas?
- Tengo la ruta casi preparada. Me falta concretar unos detalles con mis ayudantes, pero creo que un par de semanas podremos partir. Cuando la nave lo permita, claro está. Y... respecto al tiempo... es difícil aventurarse. La travesía se anuncia larga y no está carente de dificultades... De momento cielos despejados, sin previsión de tormenta... pero nunca se sabe.
- Llueva o truene estoy seguro de que con su ayuda - dijo dirigiéndose a todo su equipo -  superaremos todas las adversidades. Como siempre, gran trabajo caballeros. Gracias a todos. Un placer volver a alta mar con ustedes. Permitanme la confianza. Con vosotros, amigos míos.

Todos gritaron a la vez: ¡Gracias Capitán!

Todos no. Uno de los más jóvenes, alicaído, no encontró fuerzas para gritar.

- ¿Qué te ocurre marinero?

El muchacho se asustó al sentirse protagonista de una historia de la que, hasta el momento, no había sido ni secundario. Su primer impulso fue el de salir corriendo y abandonar el barco, presa del pánico y la culpabilidad... pero algo en las entrañas se lo impidió y le dio fuerzas para responder.

- Lo siento mi Capitán, pero no he podido terminar las tareas que me encomendó - dijo mientras nadaba a través de un torrente de miedos y dudas-  Es demasiado trabajo... fregar la cubierta, comprar víveres, las pequeñas reparaciones... - Por un momento parecía que las lágrimas iban a invadir sus ojos de niño- Se que mi labor es la menos importante... que cualquiera la puede llevar a cabo, pero...
- ¿Que estas diciendo Smith? - y es que en ningún barco puede faltar alguien con ese apellido.
El marinero quedó sorprendido al ver que el Capitán recordaba quien era..
- Tu trabajo es tanto o más importante como los otros. Pásame esa fregona. Entre los dos acabaremos antes.
- Pero... mi Capitan, usted no puede realizar este trabajo... es demasiado poco para usted y yo... quizá no he puesto suficiente empeño... reconozco que he sido algo perezoso... Por favor deme otra oportunidad, perdóneme... Yo
No le dejo terminar la frase, interrumpiéndole con energía, pero midiendo sus palabras para no hacerle sentir menos. Y con cariño. Siempre hablaba a sus hombres demostrándoles el aprecio que les tenía. O al menos lo intentaba.
- ¿Poco para mi, dices?  ¿Poco esfuerzo por tu parte? Poco es lo que estoy haciendo si descuido tu trabajo, que es clave. Si no tenemos víveres difícilmente podremos sobrevivir a este largo viaje. Si no limpiamos bien los restos de comida, que se esparcieron por cubierta tras la última tormenta, las ratas se multiplicarán, la podredumbre nos comerá, los alimentos se corromperán y finalmente sucumbiremos a la enfermedad... y a la muerte.
El marinero, con poca experiencia pero con mucha motivación, aunque atravesase un momento bajo, le escuchaba con los ojos muy abiertos.
- Y esas "pequeñas" reparaciones -dijo mientras enfatizaba y pronunciaba con una voz inusualmente aguda la palabra "pequeñas" -, como por ejemplo las de las barandillas y escalones, pueden provocar caídas, contusiones e incluso fracturas que nos retrasen y, sobre todo, que perjudiquen a uno de nuestros compañeros, o a nosotros mismos. O quien sabe, incluso alguien podría caer al mar en aguas infestadas de tiburones.
- Pero... - el miedo fue dejando paso a otra sensación que aun no podía identificar
- No se hable más. No solo debo hacerlo. Si puedo, Si quiero. ¿Estamos de acuerdo? - dijo en un tono más alto, y con una amplia sonrisa en su su rostro y sus ojos.
En ese momento, el joven sintió como la energía volvía a su ser, identifico ese nuevo sentimiento como confianza y, sin dudar, gritó con todas sus fuerzas.
- ¡Sí, mi Capitán!
Y todos sus compañeros acompañaron su grito, que seguro se escuchó hasta en su soñado destino. Aquellos que estaban ociosos se unieron al trabajo que, de menos, pasó a ser más.. Porque si no era el más importante, al menos era igual que los demás, aunque a veces se olvidase, eclipsado por el brillo de las velas. Y lo más grave era que lo olvidara incluso aquél experimentado Capitán.
- Señor Smith
- Sí, mi Capitán.
-  Por favor... acepte mis disculpas por no mencionar su trabajo en la lista de tareas pendientes. Ha sido un error que no se volverá a repetir - En esta ocasión volvió a utilizar intencionadamente "usted" en vez de "tú", para que quedase claro que era el Capitán el que se disculpaba.

El joven titubeó por un momento pero por última vez en toda la travesía y, entre tartamudeos, respondió.

- No... no hay de que disculparse Capitán. Lo entiendo perfectamente.... Mu... muchas gracias.
- Gracias a ti Smith.

Nuevas rutas. Antigua tripulación. Y también nueva. Todos y cada uno importantes. Porque un barco no es nada sin sus marineros. Ni sin su Capitán.

Esta vez sí, por fin, llegaran a buen puerto.

Otra noche más sin soñar. Esta noche... más cerca de Arcadia.

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