jueves, 26 de julio de 2007

Navegantes

Decisiones, en un mar de dudas, que son como barcas. Las dudas te arrastran al fondo, te alejan de la orilla, te hielan los huesos. Las decisiones te salvan, pero no sabes a que playa podrán llevarte. Es cobarde subir a la primera barca, sin importar a donde lleve, por el miedo a morir ahogado. ¿Pero no es más cobarde dejarse llevar por la indecisión?


Todos nadamos a lo largo de nuestra vida en ese mar. Y subimos a barcas, cuyo fondo casi siempre está o terminará estando agujereado. Y una vía de dudas empieza a inundar la que, hasta ese momento, creíamos una decisión segura. Por eso nunca hay que olvidar como se nada.

Muchas veces encontramos una barca que creemos que será la definitiva. Que nos llevará a nuestro buen puerto particular. Nos dejamos llevar y, olvidamos, que para navegar por el mar, es imprescindible saber nadar. Confiamos en nuestra barca, y en que aquellos que viajan con nosotros puedan rescatarnos si caemos de ella. Pero si es difícil subir a una barca, cuando hay muchas entre las que elegir, más difícil es que alguien abandone la suya, esa que le lleva a buen puerto, esa que le resulta segura, para rescatar al que acaba de caer de ella. Sin ti hay menos peso. Más posibilidad de que la barca, siga flotando.


Y se aleja. Y la quieres seguir, pero ya es tarde. En el momento que caes de una barca, es imposible volver a subir a ella, ya que si lo haces lo más probable es que se termine hundiendo, con todos los que la tripulan.


Es entonces cuando hay que recordar. Lo solos que estamos, perdidos en el mar. Y nadar. Recordar que sabemos nadar. Y hacerlo, con ímpetu, con fuerza... con ira y orgullo. Con el convencimiento de que no vamos a morir ahogados en las dudas y que, pronto, muy pronto, otra barca vendrá a salvarnos. O a condenarnos. Pero de momento, a ofrecernos esa sensación de falsa seguridad que tanto anhelamos.


Y siempre navegar, buscando el horizonte. Al que nunca se llega. El que nunca esta al alcance de nuestra mano pero siempre al alcance de nuestra vista. Ese que nos infunde esperanza. ¿Falsa esperanza? Que más da. Nos guía y nos anima a seguir surcando la mar.


Siguiendo estrellas. O sueños, que son estrellas. Que nos guían por la vida. Que nos guian por la mar.


Pero siguiendo. Siempre. Sin parar.


¿Para cuando esa playa tranquila?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo mío, hablas de decisiones, que no son sino resoluciones que se toman o se da en una cosa dudosa. ¿Acaso todo es dudoso? La desazón de tu poco halagüeña visión de la realidad es sencillamente inane. Despierta, se, feliz. La tristeza llama a tristeza. La vida es bella

Seth dijo...

La connotación negativa del texto la aportas tu, estimado amigo. Trato de reflejar la realidad como yo la veo. La importancia de caminar, antes de quedarse parado y mirar atras. Y de tomar decisiones, aunque a veces sean duras o aunque a veces no sepamos a donde nos van a llevar. Incluso a veces saltar con los ojos cerrados, como un salto de fe. Pero nunca quedándonos en las bifurcaciones de un camino, viendolas venir.

Por otra parte, cada instante tomamos decenas de decisiones, unas conscientes y otras no. La vida, amigo mio, es una continua incertidumbre. Y todo, principalmente lo que no depende de nosotros, es dudoso.
¿Desazón? ¿Poco halagüeño? Dices que la vida es bella. Pues eso es la vida, una continua decisión entre seguir viviendo, o empezar a morir. Y es bella, porque siempre podemos decidir que lo sea, pase lo que pase.

Yakel dijo...

DIOSSSSSSSSSSSSS que profundos. Quien coño sois vosotros y que habeís hecho con mis amigos. A estas alturas de la peli os andaís con filososfías de vida (enga coñooooooooooooo!!!!!!!!!!).

M.s.A dijo...

Hace unos dias cuando lei este post me gustó pero no es hasta hoy cnd de verdad he sabido entenderlo quizás porque yo misma haya tenido que navegar antes que dejarme naufragar...