viernes, 22 de junio de 2007

Crimenes ejemplares

Atención: el pequeño texto que viene a continuación es pura ficción. Esta inspirado en el libro de Max Aub, Crímenes ejemplares, y en una frase que ayer me dijo una amiga mía. Los implicados saben de que hablo. Los que no, intentad enclavarlo en el género del humor negro, que os veo avisando a la policía por autoconfesión :P

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- No la violé. Trataba de conquistarla.


Por la mirada del inspector de policía deduje que no me creía. Pero así era. ¿Por qué iba a mentirle ahora? Ya nada importaba. Ella estaba muerta. Y yo me sentia apenado, pero era consciente de que hice todo lo que pude por demostrarle lo que sentía.

Cuando ella me lo pidió, insinuandolo entre huecas palabras, se desató el deseo que mantuve preso en un punto intermedio entre mi mente y mi alma durante tantos años. Por vez primera sabía lo que hacer, como llegar a su corazón.


Tan solo trataba de darla lo que ella quería. Ella se resistió. Tenía miedo de que la volviesen a hacer daño, una vez más. Nada más lejos de mi intención. Deseaba que ella me amase, y ese era el único modo.


Los golpes, arañazos y la ropa rasgada, exiliada de su cuerpo, fueron apenas pequeños envites de mi seducción.
Que accidentalmente cayesemos al suelo, impactando su craneo contra un desafortunado bordillo, derramando una mezcla de sesos, ideas y sangre, fue simple mala suerte.


Y que tras este desgraciado incidente continuase lo que había empezado, hasta finalizar por completo la tarea, son, como decirlo, cosas que pasan. No me gusta dejar nada a medias.

Deben comprenderlo.


Yo solo quería cumplir sus deseos. Y los míos. Ella lo dijo, sin mostrar ningún signo de duda.


- Tu eres el típico hombre al que quieren todas las madres



Era evidente. Solo había una manera de conseguir que me amase.

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