Aclaración: este es un relato que estoy escribiendo por partes. Lo hago de manera desordenada y más o menos improvisada, pero detras de todo hay un sentido. Por eso recomiendo leerlo en el orden que los he escrito, aunque el orden real de los acontecimientos esta entre parentesis. Primero se debería leer:
http://lejosdearcadia.blogspot.com/2007/06/escarcha-iii.html
Gracias.
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La luz atraviesa poderosa, segura de si misma, los amplios ventanales de nuestra habitación. Yo, de pie junto a nuestra cama, termino de ponerme la chaqueta del traje que tan poco te gusta. Ese que cada vez que me pongo insinúas, con esa forma tan literal de insinuar que tu tienes, que me hace el “culo-pollo”. Mientras, observo embelesado el revuelo de sábanas que, sobre nuestra cama, conforma una tupida selva. Se que te escondes dentro de ella, apurando los últimos instantes de sueño antes de comenzar el día. Me atrae, y estoy a punto de abalanzarme como un explorador a recorrerla, utilizando como machete contra las ramas la punta de mis dedos contra las sábanas. En busca del corazón de tu selva, donde un manantial de agua fresca espera a este aventurero, sediento de tí. Sin embargo me contengo. Llego tarde. Ya habrá tiempo, más adelante, para exploraciones. Tan profundas como sea preciso.
- Hoy va a ser un día duro cariño. Tengo tres reuniones, nada menos. Últimamente estoy más tiempo reunido que haciendo cosas de provecho... En fin, paciencia.
No respondes. Has debido volver a quedarte dormida. Mejor no despertarte aun. Los días que te gana el sueño la batalla tienes un humor de perros. Además, siempre me ha encantado verte dormir. Emanas paz y belleza. Cuando te observo, no puedo contener la emoción que me embarga, que me hace sentir vacío por dentro al saber que todo lo que tengo te pertenece y que sin ti, nada tendría sentido.
No entiendo... no se porque tenemos entonces que discutir. Una mala época. Tú y tus salidas nocturnas, improvisadas, inexplicables, inexplicadas. Yo y mis ataques de furia. Aunque sabes que nunca te haría daño, princesa. Pero parece que ahora todo eso está mejorando. Me siento bien, como antes. Y creo que tu también vuelves a estar ilusionada. Se acabaron tus huidas, que nunca me dijiste y nunca pregunte, a donde te conducían.
- ¡Ah!, llegaré un poco tarde a comer. Hoy me ha retrasado la cita el Dr. Cifuentes media hora. ¿Me esperarás?
Definitivamente estas completamente dormida. Un filo frio secciona la habitación y parte en dos mi entereza. Una extraña sensación se apodera de mi pecho. Algo parecido a la incertidumbre del que ama y no sabe si es o podrá ser correspondido algún día. Una angustia que no mata, pero duele. Dulcemente. Salvo que este dolor tiene poca dulzura. Necesito salir de ahí. Necesito irme.
Termino de recoger mis cosas: mi pequeño maletín, las llaves del coche... ¡Vaya! Casi olvido la cartera. Esta todo. Comienzo el camino hacia la puerta. El pasillo que nunca se acaba. Parece mentira que cundan tanto cuatro metros. Solo lo hacen cuando hay que fregar, pintar las paredes o escapar de una sensación que exprime las entrañas. Sin embargo hay que ver lo poco que son cuatro metros cuando se quiere poner una mesa y dos sillas.
Sumido en estos absurdos pensamientos, que me alejan levemente del abatimiento, alcanzo mi ansiado objetivo: el pomo de la puerta. Lo agarro con avaricia. Forcejeo con el hasta percatarme de que la llave esta echada. Nunca tuve claustrofobia, pero se que debe ser algo parecido. Intento meter la llave, pero jamás el agujero fue tan pequeño. Me siento como un borracho cuyo unico deseo es desplomarse en su cama, y al que Baco, dios travieso, le mueve la mano en distintas direcciones. Al final atino, y he de decir que es una de las penetraciones más placenteras de mi vida. Abro la puerta. Salgo a la calle.
Cuando recupero el control de mi mismo me percato de mi situación. ¿Por qué corro? La gente me mira, con la compasión que tanto irrita, con la que el sano contempla al enfermo. Debo tranquilizarme. Dejar de sudar. El trabajo espera. Y yo ya me siento a salvo.
sin ti no entiendo el despertar.
Ay, mi amor,
sin ti mi cama es ancha.
Ay, mi amor,
que me desvela la verdad...
entre tu y yo la soledad,
y un manojillo de escarcha.
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