La tensión convertía la atmosfera en una sustancia viscosa e irrespirable. La angustia agarrotaba su pecho, y cada bocanada de aire que inhalaba era un descenso al mismo infierno. Allí estaba aquella sombra, que durante todos estos dias le había perseguido. Pero esta vez no desaparecia tras un parpadeo. Esta vez, en su interior, sabía que el momento de la verdad se acercaba. Por eso se armo de valor, e intento llenar sus pulmones de ese aire pegajoso, antes de continuar el camino hacia su destino.
Ahí estaba, impávido, de espaldas, como esperando. ¿Pero a quién? A ella. Por fin todo el misterio se iba a resolver, aunque no tenía muy claro si quería saber la verdad. Quizá era mejor así. Quizá era mejor vivir con la duda de que era aquella sombra. Pero su curiosidad innata de mujer la empujo a gritar, casi sin voz, ahogada por la insoportable presión que sentía en su cuello, la misma que martilleaba su cabeza.
- ¿Quien eres?
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